Yo he estado en el Artemis de Berlín como unas tres veces y aquello era un escándalo en muchos sentidos. Localizado estratégicamente a 10 min andando desde el Messe (Feria de Muestras de Berlín), en fechas con ferias allí no cabe un alma. Es un sacacuartos de marca mayor: 80€ por entrar (y hace ya 6-8 años de aquello), cierto que tienes gratis todas las bebidas no alcohólicas y un mini bufet de salamis para no desfayecer; tarifa plana por polvo a 50€, pero los extras también a 50€ (griego, corrida en la boca, todo lo que no sea ñacañaca es extra).
Para las chicas, la tarifa de entrada, entonces, era igual que a los clientes según me dijo una lumi con la que esperé a que hubiera una cama libre. Las sensaciones cambiaban mucho a la media hora de estar allí: nada más entrar era como una bacanal, todas desnudas, un escándalo para los sentidos; al rato de estar allí las veías correr para todos lados en busca de no dejar escapar ni un euro. Todas libres de estar allí, pero a la vez con muchísima competencia y con un nivel de estrés que no se lo recomendaría a nadie.
Si esto era así en un FKK de nivel, como creo que éste era, no me quiero imaginar en el de bajos fondos, porque en todo siempre hay categorías.
Creo que una regulación sería ideal, pero temo que no se sepa o quiera hacerse bien. El sexo mueve mucho dinero y, en general, siempre es en la misma dirección: es el hombre el que gasta dinero y la mujer la que lo recibe. Cuando hay tanto dinero de por medio, la aparición de mafias y gente interesada es inevitable, y eso es lo que se debe atacar con la regulación. Que una mujer se dé de alta en autónomos, pague su recibo todos los meses, y reciba en su piso de alquiler a los clientes que quiera para mantenerse o mantener a su familia me parecería perfecto. Los clientes pagaríamos nuestro IVA y ella lo declararía como cualquier hijo de vecino. Y si alguien quiere hacer negocio y contratar chicas, que pueda hacerlo, con los libros a la vista de Hacienda, pagando SS para todas, con sus vacaciones, como el dueño de una fábrica.
Al final, como comentáis, todos arrojarán sus cuchillos en campaña electoral y al final nadie hará nada.