Tengo tres anécdotas que voy a relatar en orden de valor de diversión, de menor a mayor.
1. Valor de diversión bajo
Segunda ****** con Cami, una chica mestiza, menuda, con un cuerpo teen precioso y prieto, en la Av. Alameda. La cama estaba en medio de una habitación enorme, lo que habría sido la sala de estar del piso, con estanterías, más muebles y una gran puerta doble de cristal con vidrio ondulado. Esta sala quedaba justo a la derecha de la entrada al piso.
Estábamos en la cama, Cami rebotando encima de mí, cuando se abrió la puerta de la entrada y entraron tres chicas latinas, ruidosas y risueñas, que empezaron a hablar y bromear en voz alta. Podíamos verlas y oírlas a través del cristal de la puerta doble. Cami notó que me sobresalté y me puse un poco incómodo, así que me dijo:
—Tranquilo, no van a entrar. Estoy segura. Y si lo hacen, te devuelvo el dinero.
Obviamente, ni dos segundos después, las tres irrumpieron en la habitación. Cami saltó de encima de mí y empezó a gritarles para que salieran, visiblemente furiosa. No sabría decir si estaba realmente enfadada con ellas o porque acababa de prometerme que me devolvería el dinero.
En cualquier caso, estaba tan cabreada que preferí no insistir ni soltarle un «Oye, esta es gratis, ¿verdad, nena?». En lugar de eso, opté por seguir donde lo habíamos dejado sin volver a mencionarlo.
No me devolvió el dinero, pero cuando se lo pedí, me besó con lengua (normalmente solo daba picos), lo que consideré una recompensa suficiente por el mal momento que había pasado.
2. Valor de diversión medio
Primera ****** con Reina, una española joven, fetichista y divertida, peluda y con rastas. Su piso estaba cerca del Edificio Iturbi. Quedamos, me dio la dirección y acordamos la hora.
Llegué un poco antes, aparqué el coche en su calle y me quedé mirando el móvil. Al rato, me mandó un mensaje: estaba llegando a casa, estaría en el portal en un minuto y me dio el número de la puerta.
Salí del coche y me dirigí al portal, al otro extremo de la calle. Llegué… y ni rastro de ella. No contestaba al teléfono, ni mensajes, nada. Desaparecida. La llamé, le escribí, pero nada. Su teléfono estaba apagado.
Lo asumí con calma. Con las putas, estas cosas pasan a menudo. Así que opté por tomármelo con tranquilidad y dar un paseo alrededor de la manzana. Nada. Volví al coche y empecé a pensar en un plan B.
Pasados unos 30 minutos desde mi llegada inicial, por fin recibí un mensaje de Reina, reaccionando a los míos:
—No entiendo, ¿no acabas de estar conmigo?
—Nope.
—Qué fuerte. Acabo de subir con uno y creía que eras tú. ¡Qué fuerte!
Total, que le digo que no he sido yo y que sigo esperando en mi coche aparcado en la calle. Entonces baja a verme y me explica lo que ha pasado.
Cuando llegó al portal, había otro chico esperando. Le hizo ojitos, un gesto y le dijo:
—Vamos, ¿eh?
Y el cabrón subió con ella, le pagó por un servicio de 30 minutos y me robó el sitio.
Flipante. Ni siquiera sé si era putero o no. Pues ese día lo era.
3. Valor de diversión alto
Segunda ****** con Iris, creo que era de serbia, en Petting 5. Había conocido a Iris hace mucho tiempo, cuando vino por primera vez a Valencia y tenía un hermoso cuerpo adolescente y rasgos exóticos de Europa del Este. Era muy sexy, pero tenía fama de tener mal genio.
La primera vez que estuve con ella se portó bien conmigo y me lo pasé muy bien, en el antiguo piso de «Secret's» en la C/Catalans (¿qué habrá sido de ese sitio?).
Un año después más o menos, me entra el calentón, miro quién está disponible por la zona y me encuentro con Iris. Me acordé de ella, así que quedé con ella en el Petting 5. Eran las ocho de la tarde y me dijo que estaba a punto de irse, pero que me esperaría.
Entro en el piso y me encuentro con Iris. Sorpresa, ha engordado unos 10kg o más, ahora es rubia y parece un poco desgastada, y entramos en la habitación. Me dice que está cansada, que no me va a besar, que no me va a dejar que le haga el cunni, que si me la follo no se va a mover, que va a entrar en modo muñeca. Visto el panorama, le digo que genial, que tal una mamada, a lo que ella accede. Así que me la chupo los treinta minutos como una campeona. Yo pensando que había acertado y esquivado esta mala bala de encontrarme con una que no está por la labor. Terminé, me duché mientras ella empezaba a contarme sus historias, diciendo que tenía prisa porque tenía una reunión online con unos rusos, para su segundo negocio: la venta de armas. Sí. Me contó que tenía que vender un montón de AK47 a la mafia rusa.
Ya había oído todo lo que necesitaba y estaba acabado, así que me dirigí a la puerta y… ¡Sorpresa! Estaba atascada. La maldita cosa no se abría. Ambos lo intentamos, pero nada. Estaba rota y no se movía. Intenté forzarla, pero todo el maldito tabique empezó a tambalearse y temí cargar toda la instalación. Ella estaba que echaba humo porque llegaría tarde al encuentro con los rusos, pero no había manera. Estábamos atrapados.
Así que llama a la encargada, y ella a su vez llama al jefe. Tenemos que esperar otros veinte minutos a que llegue. Estoy pensando, ¿Le pido otra mamada para pasar el rato? Pero como está cabreada, me lo pienso mejor.
El jefe por fin aparece y empieza a golpear la puerta, todo el tabique balanceándose de un lado a otro, con Iris y yo en el extremo opuesto de la habitación, por si acaso. Finalmente, rompe la puerta y con ella la mitad del marco, y aparece el jefe. Es la primera vez que veo a otro hombre en un puticlub. Me mira de arriba abajo, mientras Iris le da un fuerte abrazo, su salvador. Yo le digo "Hola" y "Adiós" y me largo de allí. Y no he vuelto.